TRONCAL d’Esteve Plantada a UHMallorca (30.08.20)

Dos poetas de 40 y pocos

Nua cendra, el nuevo libro del poeta Joan Duran i Ferrer (Sitges, 1978), se abre con una cita de la poeta Maria-Mercè Marçal, pero lo cierto es que la poesía de Duran tiene poco en común con la exuberancia torrencial, la vistosidad imaginística, los ritmos a menudo excitados y trepidantes de la autora de Bruixa de dol y Sal oberta. Más contenido, más cerebral, más ascético –unas cualidades que quizás están relacionadas con su condición profesional de bioquímico–, Joan Duran escribe un tipo de poesía que conecta con la de un Joan Vinyoli, a quien hace referencia en una de las notas explicativas que cierran el volumen, e incluso con la de un Espriu (el Espriu más espiritual, menos civil).
Galardonado con el Premi Octubre Vicent Andrés Estellés de Poesia 2019, Nua cendra (Editorial 3i4) es un libro meticulosamente deliberado y trabajado. Incluso cuando no captas del todo bien el sentido de los poemas, o su propuesta expresiva, o la dirección de las intenciones del autor, notas que allí no hay nada gratuito. Ninguna de las palabras que integran el poema está puesta allí porque sí. Esta es una de las diferencias entre la poesía críptica pero seria y la poesía arbitraria y facilona, de la que se podría dar una cascada de ejemplos.
Formado por una treintena de poemas divididos en tres secciones, Bancals i pluja, Cos meu y Senyes de mar, que se despliegan entre un poema inicial titulado Paisatge primer y un poema terminal titulado Paisatge inacabat, Nua cendra tiene la gracia singular de ser un libro de poesía sugestivo pero a su vez conceptual, de una dureza mineral pero al mismo tiempo con una huidiza proyección metafísica: «Digue’m la justa nuesa / d’aquesta flama insomne / que abrusa el boscatge que soc. // Hi cremo amb la mata, / l’esbarzer que s’envola. / Amb l’heura i els refugis / d’inútils lladrucs del ser».
La voz de los poemas, que es la misma siempre, es intensa pero también oracular y un punto impersonal. Esto le permite ser, sin contradicción, apasionada y reflexiva, meditar pero también imprecar, ser sensual y al mismo tiempo agónica, de una fisicidad exaltada pero también lúgubre: «i la tirania de ser un nom, / i la brutor de ser una carn / que palpa, que desitja / la mancança de les coses».
Joan Duran demuestra en todo momento tener un buen control del ritmo y un riguroso dominio de los efectos de la eufonía, con los que consigue dar la impresión al lector de que los poemas han sido como esculpidos en piedra, liberados de un silencio denso. Es cierto que el ritmo y el punto de vista son iguales, o casi, en todos los poemas del libro: es la virtud de la coherencia compacta, pero también el riesgo de la monotonía.
Otro aspecto que da una dimensión unitaria al conjunto es que la galaxia semántica e imaginística y la red conceptual a partir de las que trabaja Duran son eminentemente anatómicas, botánicas, minerales y geográficas. Un buen libro.

Plantada. Si la poesía de Joan Duran es más rítmica y textural que visual, la poesía de Esteve Plantada (Granollers, 1979), que aparte de poeta también es periodista cultural y crítico cinematográfico, es, al menos en sus mejores momentos, concienzudamente plástica. Así se abre el libro, con una enumeración de resonancias gimferrerianas en un poema titulado Rosebud (recuerden Citizen Kane): «Tot torna a lloc: / la crina i l’anyell, / la nevada de l’hivernacle, / l’altre jo d’un cosmos paral•lel, / els plàtans i els homínids, / les plagues, els miracles / i la llum de les albades».
Cuando digo que la poesía de Plantada es plástica no niego que también sea conceptual, abstracta, especulativa. En su nuevo libro, Troncal (Labreu Edicions), el autor de Big Bang Llàtzer se ha propuesto escribir un libro expansivo, heterogéneo, abigarrado, en el que todo tiene cabida, desde poemas epigramáticos hasta poemas discursivos, desde la grandilocuencia de las palabras imponentes (cosmos, eternidad, silencio, verdad…) hasta los guiños cinematográficos («De vegades, veig morts»), desde una pulsión o conciencia nihilistas o desencantadas («Som temps i el gel fereix, / som mort i el cos molesta») hasta una especie de vitalismo herido pero insurgente o resistencialista («som bocins d’una eufòria en extinció»).
Reproduzco íntegramente el poema En la clariana: «La pell d’un instant enfondit / a les falgueres immòbils. // Les catifes que brunzen / al nostre pas marcial. / Un viver inefable, d’arrel / que s’hi enfila, als marges. // De bardisses anònimes, nosaltres. // Què hi pot haver de dolent, / en ser passa?».
Otro buen libro, este acompañado por un buen epílogo del crítico literario Jordi Marrugat.

Pere Antoni Pons, Última Hora Mallorca (30.08.20)

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