Idioma original: catalán
Traducción: sin traducción hasta la fecha
Año de publicación: 2021
Valoración: muy recomendable
Título original: La gran nàusea
En la gran variedad de géneros literarios, hay pocos más adecuados para trasladar emociones y sentimientos que la poesía. Y esta puede adoptar diferentes estilos, aunque manteniendo en todos ellos la idea inicial, aquello que el autor alberga en su interior y que, ya sea estructurada en versos o en narrativa, trasladen unos sentimientos a partir de la elección muy cuidada de cada palabra y que, en su conjunto, adapten una musicalidad que hace que nos llegue y nos alcance como ningún otro registro literario. Xavier Mas Craviotto se mueve perfectamente en estas esferas, pues lo demostró como poeta ganando, pese a su corta edad, una veintena de premios literarios de poesía y luego también el Premio Documenta en narrativa con «La mort lenta». Y aquí vuelve a su terreno originario, el de la poesía, y vuelve con una gran potencia emotiva.
El autor, con el sugerente título de «La gran náusea», impregna su relato de un malestar, interno, sensorial, en torno a la pareja formada por dos individualidades, a menudo solitarias, a menudo yuxtapuestas aunque unidas en un desencaje, piezas diferentes que unidas dejan espacios, vacíos, no siempre rellenos de la existencia de los dos, sino por huecos que se expanden o se contraen, encontrando malestar en ellos o a veces una comodidad que no deja de ser el preludio de la muerte del futuro que el autor expresa al decir «palpitándote y palpitándome / y hacer un sepulcro / cincelado por cada duda», porque «el cielo se nos hizo atardecer, y la calma se nos hizo noche».
A lo largo de todo el libro hay una idea que permanece y se traslada de relato en relato, el triángulo amoroso que conforman el Yo, el Tú y el Nosotros, que a veces deja un espacio que rellena un no-elemento: el Vacío. Un vacío que aparece cuando el triángulo se decanta hacia un desequilibrio, hacia uno de los lados que deja al otro en suspensión y que se encuentra entre los dos, o entre la nada, que el autor describe y proclama, como un grito de auxilio desesperado, en una angustia vital que le muestra abatido y exasperado al decir «Yo diciéndote Yo y Tú diciendo que no. Y Yo gritándote Yo y Tú diciendo Nosotros. Y Yo berreándote y Tú tapiándome dentro de ti y tapiando Vacíos para que la voz no tenga espacio para existir ni existirme. Calla y duerme. No digas nada, que me harás daño. Y Yo vaciándome de ser Yo. Y Tú tapiándome hacia dentro de una jaula con un nosotros». Porque en el espacio conformado entre dos, «había el Vacío indócil, descosiéndonos todos los límites y rompiendo la bizna pacífica que nos separa» porque entre ambos se erige una fisura, una grieta, esa «tenia solitaria que se nutre de este Nosotros».
Así, el autor centra el relato en el Tú y el Yo, conformados a menudo de manera hostil, en una lucha de dominios emocionales sin vencedores, buscando coincidencias en los espacios vitales que orbitan de manera concéntrica sin hallar esos puntos en común que romperían la distancia, que les permitiría hallar una coincidencia suave y cálida, evitando con ella el choque entre expectativas y realidades abismalmente separadas por el poder ejercido por uno sobre el otro, que lo impacta y lo absorbe, que lo neutraliza y lo diluye mientras la víctima yace, desarmada y abatida, recluida en su propio ser y en sus esperanzas ya diluidas en las voluntades del otro.
El Vacío que el autor describe, no es únicamente un Vacío emocional, sino también un Vacío comunicativo, quien sabe si el preludio de todas las grandes derrotas, expresado con la absencia de unas palabras que por descuido o por hastío ya no se expresan, porque «en el reverso de cada sonido, se nos erigía, muy lento, el eco moribundo de las renuncias», porque «salivamos / y se nos acortaron todos los vocablos de la lengua / y se quedaron desnudos / (…) y salivamos / tan solo para notar / en el reverso de la lengua / la certeza del Vacío» porque «seremos el eco de las curvas de dentro de la amnesia / los labios de la herida que hace ya tiempo que nos cuelga de cada vocablo». Así, el autor describe la importancia de «las palabras expuestas al peligro / de poder decirlas, / el vértigo de las bocas a ras de palabra».
En este libro de narrativa poética, el autor recurre a menudo a una serie de imágenes comunes que copan gran parte de los textos encontrando así la imagen altiva, serenamente implacable y orgullosa del cuervo, presagio de mal agüero, indicador de una muerte próxima. También nos habla de órganos vitales como metáfora de un malestar general o de ciudades abandonadas, en el sentido de lugares habitables como lo es el propio cuerpo. Y las palabras y su ausencia, los silencios que se forman por abandono, por dejadez, o por incapacidad de romperlos y llenarlos de vida. Porque el autor nos traslada, con este libro, un agotamiento, una extenuación debida al exceso de Vacío, a un exceso de absencias de estímulos, poblado de sentimientos ya antiguos, viejos, caducos, habitando cuerpos cerrados y ciudades decadentes.
El autor envuelve de una gran náusea el relato, la náusea conformada a partir de ese Vacío que lo inunda todo antes que la explosión en forma de vómito se produzca. Un vómito que, aunque agrio y desagradable, nauseabundo y atroz, saque del propio cuerpo y de la propia mente aquello que nos ha incomodado, enormemente, orgánicamente, hasta generar en ellos un gran hastío que solo su expulsión y la creación de un nuevo Vacío, ya limpio, puro, virginal y nuevo, permita reconstruir, no a través del pasado sino de nuevos sentimientos, el paisaje emocional creado y destruido por un Tú y un Yo de difícil mezcla y combinación y que acaba en «la gran náusea de no estar cuando estamos uno cerca del otro».
Por todo ello, en este precioso pero duro texto que ha escrito Mas Craviotto podremos hallar, también en nuestras curvas de la memoria aquellos rincones donde dejamos abandonados, pequeños pero nunca plenamente olvidados, nuestros recuerdos de antiguos Yo, nuestros sueños que nunca crecieron por el poco espacio que tenían para imaginar y expandirse, para inundar una vida que ahora está repleta de absencias y renuncias mal digeridas que alimentan una náusea que todo lo impregna, que se expande a través del espacio viciado, cargado y repleto de costumbres y hábitos irrenunciables, llevando así, con él, el regusto amargo que viene de muy dentro de nosotros, y sube, a través de una garganta que ya no puede pronunciar los nombres, ni tan solo un grito de auxilio, y que ahoga y apaga las palabras que tanto necesitamos decir y ya no encontramos.