ELS IRREDEMPTS de Cristina Garcia a Última Hora (06.11.22)

Los irredentos de Garcia Molina

Els irredempts de Cristina Garcia Molina (Granollers, 1975) tiene un referente plástico explícito, los trípticos de Francis Bacon, en concreto Tres estudios para una crucifixión, de 1944. En él se ven (en el panel de la izquierda) dos figuras masculinas de pie y bien vestidas al lado de dos trozos de carne como expuestos en una carnicería, una cama con sangre y dos cuerpos unidos y contorsionados (en el panel central), y un tórax desollado –medio humano y medio animal– colgando boca abajo y de resonancias rembrandtianas (en el panel de la derecha). Una virtud de los trípticos de Bacon es que funcionan como cuatro obras en una. Cada panel es autónomo en términos plásticos y expresivos, pero los tres paneles juntos –homogeneizados por un mismo estilo pictórico, una misma furia existencial, una misma visión desesperada y violenta del mundo y de la vida– forman una obra coherente y de sentido y expresividad superiores.

Lo mismo vale para el libro de Molina, que funciona como tres relatos independientes que están cohesionados por un mismo estilo de prosa, unos escenarios distintos pero con puntos en común y unos personajes que ocupan un lugar similar en el mundo. Es cierto que no podemos decir que Els irredempts sea una novela, pero tampoco es un libro de cuentos al uso. Es, digámoslo baconianamente, un tríptico: sobre el desarraigo, sobre las derrotas morales y anímicas, sobre la perplejidad impotente que genera ser víctima de la fatalidad (ya sea socioeconómica, ya sea existencial, ya sea física).

Tres partes, un lenguaje, una cosmovisión

La primera parte, titulada Solar, está ambientada en un instituto del extrarradio, tiene un narrador plural –un nosotros no mayestático sino solidario, compungidamente solidario y casi desesperado: la voz de los profesores del centro– y describe con una perspicacia y una fuerza expresiva tan insidiosas como pesimistas un paisaje humano –los alumnos– marcado por todas las crisis y defectos de una sociedad desigual.

Es un relato, un texto, un artefacto de lenguaje, que tiene el mérito enorme de funcionar igual de bien como propuesta poética que como radiografía sociológica. En este sentido, no hace concesiones. Explica las diferencias que hay en muchos institutos de secundaria multiconfesionales y superbabélicos –los adjetivos son de la autora– entre un alumnado atravesado por todo tipo de pobrezas, de traumas, de depresiones, de adversidades, y un cuerpo de profesores instalado en el privilegio precario de un cierto bienestar. Explica lo fácil que es que incluso los mejores alumnos se extravíen y no consigan construirse un futuro sólido y prometedor. Explica la negligencia, la indiferencia, de las autoridades. Y explica también el desánimo inextirpable que todo esto genera: “Necessitaríem fumigar-nos cada dia el desànim per continuar”.

Cuando digo que el relato “explica” todo esto no le hago justicia en términos literarios. Nada más lejos de la literatura realista sociológica que Els irredempts. Garcia Molina ha optado por abordar y reconstruir una realidad sucia y extremadamente prosaica con las herramientas del lenguaje metafórico, de las imágenes que sugieren en vez de decir, de un ritmo que tiene algo de desvarío hipnótico, de letanía amargada pero fascinante. Es un lenguaje lleno de anáforas y recurrencias, de frases cortas como cuchillos. Esto es lo que se nos dice sobre una alumna brillante pero condenada: “tenia la lucidesa dels que viuen amb unes tisores obertes a la cara”.

Diría que unos de los referentes de Els irredempts ha sido la Mercè Rodoreda de La mort i la primavera, ya casi un cliché de tanto como ha influido en la literatura catalana reciente, pero Garcia Molina ha tenido la astucia y la brillantez de aplicar la fórmula rodorediana –símbolos, sugestiones, profecía y alegoría, insinuaciones, ambigüedades, laconismo lírico–, no a un escenario natural y atemporal como el de Rodoreda, sino a un entorno urbano y realista. Fenomenal. Incluso diría que, en el modo de alimentarse de la tradición de un modo genesíaco y no seguidista, es ejemplar.

Familia, cuerpo

Si el espacio físico, mental y moral del primer relato es un instituto (o una escuela), los del segundo y el tercero son una familia y un cuerpo (y una ciudad), respectivamente. La familia está en descomposición –abandono de la madre, relación de amor-odio entre hermanos, padre carismático y monstruoso– y el cuerpo está contrahecho. Más breves que el primero, menos lúcidamente públicos, son también poderosos y están llenos de frases buenísimas. Garcia Molina también consigue con ellos algo literariamente muy difícil: dramatizar y narrativizar unos hechos, unas situaciones, unas emociones, a través de la poesía. Els irredempts ha sido publicado por Labreu Edicions.

Pere Antoni Pons, Ultima Hora

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